El halcón y la presa by Susan Napier

El halcón y la presa by Susan Napier

autor:Susan Napier [Susan Napier]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico, Novela, Bianca
publicado: 2016-04-24T11:06:24+00:00


Capítulo 7

ELIZABETH miró la enorme pila de fichas que el croupier puso frente a ella. Los otros jugadores la observaban, esperando que colocara su próxima apuesta para imitarla y participar de la suerte que esa noche la acompañaba en todas las mesas del casino del hotel.

Ella no sabía nada de juegos de azar, y escogió la ruleta porque le pareció ser un juego que no necesitaba de conocimientos de habilidad especial; un juego que le permitía seguir observando de lejos a Jack. Esa noche estaba muy distraída, siguiendo un curso de acción contrapuesto a todos sus principios.

—Mesdames et monsieurs, hagan sus apuestas.

Elizabeth pensó que si perdía todo, la gente dejaría de mirarla. No quería público para lo que había de venir. Después de todo, no jugaba con su dinero, sino con los cinco mil francos de cortesía que el hotel le daba a cada huésped.

—Apuesto todo al número uno —le dijo al hombre que estaba al extremo de la mesa, y bebió un sorbo de su martini.

Un coro de susurros acogió sus palabras.

—¿Todas las fichas al número uno? —preguntó el croupier, impasible.

—Todo al número uno —repitió y mordisqueó la aceituna de su cocktail.

—Tiene usted mucho valor —dijo un hombre fornido y sudoroso que estaba a su izquierda. Era un americano que primero observó sus apuestas condescendientemente; y después, con envidia—, me gustaría conocer su sistema —añadió.

"A mí también", pensó Elizabeth.

Dio otro sobro a su martini y barrió el casino con la vista. Así pudo ver al croupier hablando en voz baja, con un hombre de chaqueta blanca.

¿En dónde demonios estaba? De ordinario, Jack recorría las mesas del casino a esa hora, pero esa noche no se le veía en ninguna parte.

—¿Otro martini, mademoiselle?

Un camarero apareció a su lado con la bebida en una bandeja. La chica tomó la copa y puso un puñado de fichas en su lugar. El muchacho se retiró haciéndole reverencias.

Por fin lo encontró. Estaba en la entrada del casino, escuchando ceñudo lo que le decía uno de sus empleados.

La tensión que sentía aumentó, tras varios días de intentar infructuosamente evadir la vigilancia de sus secuaces, ahora pasaba a la ofensiva. Las palmas le sudaban nada más de pensar en lo que iba a hacer cuando lo tuviera a su merced. Trató de hacer acopio de ira; la necesitaba para lo que se había propuesto. Jack merecía un castigo por todo lo que le había hecho la semana anterior.

En primer lugar, la hizo sentir que estaba a merced del dictador de Ile de Faucons. La mandó vigilar a tal grado que fuera donde fuera se encontró con un empleado obsequioso. Contra lo que esperaba, la puerta que comunicaba sus habitaciones permaneció cerrada todo el tiempo; mas a pesar de eso, Jack se las ingenió para estar presente en todo momento. La invasión de su intimidad era tal, que Jack empezó a aparecer en sus sueños y él adivinaba lo que ella iba a hacer.

Desesperada, se unió a grupos de turistas que iban a cabalgar, a celebrar días



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